Me criaron creyendo que el alcohol era una forma de vida. Fue natural que al tomar mi primer trago me enamorara. Tenía quince años la primera vez.

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Luego de mi primer trago, sentí que había un nudo en mi alma que de alguna manera se había desatado. El alcohol, desde el principio, se convirtió en mi dueño. La pasaba mal en casa. Sufrí mucho maltrato y abandono en mi niñez. Al principio sentí que beber me permitía escapar de sentimientos que no comprendía y recuerdos que no estaba preparada para enfrentar. Mi deterioro fue rápido. Tenía quince cuando quedé embarazada.

Tuve a mi hijo y me aterrorizaba la idea de tener un bebé, así que dejé que mi familia lo cuidara.

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Necesitaba beber. En esa época, el alcohol me tenía completamente dominada. Sabía que estaba eligiendo el alcohol antes que a mi hijo y simplemente no lograba reunir el interés suficiente.

Había llegado a beber debajo del puente con los hombres sin hogar porque bebían como a mí me gustaba beber. Seguía yendo a clase casi todos los días, pero se me hacía difícil hacer las tareas con los temblores matutinos. No siempre podía conseguir el alcohol necesario por las mañanas para no tenerlos. Comencé a tener problemas con la ley.

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Amanda - Grants Pass, Oregón